AQUÍ
El césped, titiritaba por el rocío hecho cascajo de lágrimas
vespertinas.
El sabor del despertar, se entrelazaba en mis pies descalzos.
mis pensamientos, iban por
las sendas del recuerdo;
por laberintos de emociones invernales.
Mi corazón, partido
mi verso, vaga entre musgos
queriendo trepar hasta mi garganta
sin flor, sin fruto, tan sólo… él,
se deja llevar
La brisa fría de agosto, ha congelado mis pupilas
corta con escalofriantes navajas,
la tez del vagabundo que se arrima al calor del olvido,
al adiós sin reencuentro.
No se puede formatear lo almacenado en el alma
porque lo fotónico, no es eléctrico
y mi verbo es un fantasma de otra dimensión
de aquella que invita a la pasión.
Aquí esperará el destino,
destinado a que el libre albedrío, interfiera con él
aquí se quedará la libertad, atada por el miedo
aquí quedaré, soñando con el reencuentro
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