La bruma y la resaca me
llaman,
me internan en su vacío
no importa la Luz que
brilla,
el Neanderthal es irreverente
busca el refugio ardiente
al compás del fuego suicida.
Mis instintos
sulfuran,
crecen en mí,
susurran miel y
pimienta.
El verde me pierde
y no quiero saber de
quietud.
Noches de nostalgia,
de locura
amaneceres húmedos
entre callejones de
seda ,
encajes de satín
violeta
que cubren la
identidad del poeta.
Lujuria encarnada en
verbo y sudor
horizontes escotados
con gotas de pasión.
Ángel observador no
acuses al paria del amor,
que hoy visito
umbrales de hipnotismo
en lugares que no
existen ante la óptica de placer.
Ariel Duranboger B.
Pasiólico
30 de abril de 2013